Desde el comienzo de la agricultura —y hasta la Revolución Industrial— la ruta hacia la riqueza y el poder se trazó sobre la propiedad de la tierra. Después de la Revolución Industrial —tiempo en el que la tierra mantuvo su importancia— el control de las tecnologías para la producción de bienes, ya fuera sobre o por debajo del terreno cobró más y más importancia. Para mediados del ultimo siglo, el "dinero inteligente" asumió que a los habitantes de las comunidades —ya fueran mineros o agricultores— debería permitírseles trabajar la tierra mientras las industrias controlaban las tecnologías, corriendo así un menor riesgo.
Hace pocos años GRAIN produjo una investigación "demoledora" en la que expuso el patrón global de acaparamientos de tierras públicos y privados que presentaban una enorme amenaza al bienestar de los pueblos en las zonas rurales. En el contexto del caos climático, la única tierra de la que estamos seguros tiene valor es aquella que cuenta con agua por abajo y una razonable cantidad de suelo fértil por encima. Si la calidad del agua o el suelo son inciertas, la tierra podría carecer de todo valor comercial. Más aún, incluso suelos y agua están disponibles, los efectos impredecibles del cambio climático pueden hacer que las ganancias sean tan vulnerables que desalienten las inversiones. A largo plazo, entonces, parece que la apuesta convencional que hacen las corporaciones en el sentido de que quienes controlen las tecnologías controlarán el valor de la tierra, prevalece.
La biología sintética ofrece a los inversionistas corporativos un argumento muy atractivo: que serán capaces de convertir casi cualquier biomasa en casi cualquier producto. Quienes son dueños de los microbios artificiales pueden estar seguros de que vendrán ganancias, sin importar para donde soplen los vientos climáticos.
Para comprender en amplitud la dimensión de los modernos acaparamientos de tierras, necesitamos entender, monitorear y cuestionar también a la biología sintética.
Más allá del acaparamiento de tierras: Acaparamiento de materias primas
La industria de la biología sintética se enfocó durante sus primeros cinco años en desarrollar la capacidad para transformar la biomasa en combustibles y químicos comercializables, impactando negativamente, ya desde entonces, a los habitantes en sus territorios, forzándolos a cultivar "insumos industriales". Sin embargo cubrir la enorme demanda de combustibles líquidos mediante biología sintética no era más fácil que mediante los derivados del petróleo: las compañías de biología sintética, una tras otra han encontrado técnicamente difícil producir compuestos para vender en gran escala económicamente viables, de modo que comenzaron a buscar mercados muy valorizados que requirieran producciones más limitadas y que entonces la tecnología fuera más capaz de satisfacer la demanda. Los próximos cinco años podríamos presenciar una doble agresión a las comunidades que habitan los territorios, pues la industria incrementa la producción de biocombustibles al mismo tiempo que irrumpe con otra serie de productos especializados muy valiosos, los cuales son producidos y vendidos actualmente por campesinos en el Sur global.
El comercio de "productos naturales botánicos" se refiere a un mercado actual de 6,500 millones de dólares por compuestos obtenidos de la biodiversidad agrícola y forestal del mundo: van desde mercancías a granel como la seda, el caucho y los ingredientes tropicales a los saborizantes, las fragancias y productos medicinales que incluyen vainilla, azafrán, jazmín, tumérico, regaliz y codeína.
Esos compuestos, conocidos por quienes trabajan en biología sintética como "metabolitos secundarios" son resultado de complejas rutas metabólicas que hoy en día pueden programarse en laboratorio para forzar a ciertos microbios o microbios sintéticos a que produzcan el compuesto "natural" de interés. Puesto que muchos de estos productos tienen un alto valor comercial y solo necesitan ser cosechados en cantidades relativamente pequeñas para cumplir la demanda, la industria de la biología sintética está usurpando esos mercados como una forma infalible de obtener ganancias. Compañías como Amyris, Solazyme, Evolva y Allylix están asociándose con las empresas de cosméticos e ingredientes y prometen fermentar en enormes cubas los mismos compuestos que actualmente se obtienen de los bosques tropicales. En el proceso, están arrastrando el precio y compitiendo directamente con los productores campesinos. Las mismas compañías también están patentando las "rutas metabólicas" que cubren la producción de cientos o diferentes compuestos a la vez.20 Algunos compuestos biosintetizados ya salieron al mercado y muchos otros están en preparación. Entre los objetivos a corto plazo se encuentran:
Isopreno de caucho: La producción de un "equivalente" mediante biología sintética podría afectar la cadena de suministro tanto para el caucho natural como sintético. La supervivencia de 20 millones de familias campesinas, mayormente en Asia depende del caucho natural (el mercado del isoprene tiene un valor de $ 2 mil millones de dólares por año).
Ácido láurico y mirístico: Derivado de los aceites de palma y coco, son el núcleo de la industria oleoquímica con valor de $ 3,900 millones de dólares y su reemplazo mediante biología sintética podría devastar economías a lo largo de Asia, África y Sudamérica.
Artemisinina: Compuesto anti malaria que actualmente se obtiene de cultivos en Asia y África (mercado con valor de ~$90 millones de dólares anual). En abril de 2013, la gigante farmacéutica Sanofi anunció que lanzaría una versión "semi-sintética" al mercado, producida mediante biología sintética.
Azafrán: es la especial más costosa del planeta. Irán produce aproximadamente 90% del azafrán del mundo, tiene un mercado de exportación a más de 40 países, con valor de $ 660 millones de dólares por año.
Escualeno: Humectante cosmético que se obtenía del hígado del tiburón y que actualmente se cosecha en las aceitunas del mediterráneo y en el amaranto de Sudamérica.
Patchouli: Esta popular fragancia se cultiva en el Sureste de Asia. Indonesia es el productor más grande, cultiva 20 mil hectáreas de la planta y produce unas 500 toneladas por año.
Vainillina: El mercado mundial de la vainilla tiene un valor de $240 millones de dólares por año. La cultivan más de 200 mil familias en Indonesia, China, México, Uganda, República Democrática del Congo, Tanzania, Polinesia Francesa, Malawi, Tonga, Turkía e India.
Aceite de vetiver: Un ingrediente esencial de las fragancias, usado en muchos cosméticos. Solamente en Haití 60 mil familias dependen de la producción de vetiver con valor de unos $ 10 millones de dólares por año.
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FUENTE: ETCGroup.com
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