
El 1° de Junio de 1999 Samuel Rangle, de 29 años, fue admitido en la institución psiquiátrica estatal de Patton en San Bernardino, California, sabiendo por experiencias previas que él sufría de reacciones severas, se rehusó a tomar la poderosa droga psicotrópica Haldol, que se usaba frecuentemente como "restricción química". Corrió hacia el dormitorio donde varios custodios lo acorralaron. Nueve miembros del personal brincaron sobre él poniéndole una sabana en la cabeza. Once miembros más se quedaron parados mirando como lo esposaban y lo sentaban.
Dos horas más tarde, Samuel había muerto.
Más tarde la mamá de Samuel declaró: "a mi hijo lo dominaron, como a un perro, lo sentaron y lo estrellaron contra el suelo hasta que tomó su último respiro. Se podían escuchar sus gritos gritaba y gritaba "no puedo respirar", pero desafortunadamente sus suplicas de auxilio llegaban a oídos sordos".
Samuel tenía buenas razones para tenerle miedo al tranquilizante Haldol, (opresor de nervios).
Los tranquilizantes frecuentemente causan dificultad en el modo de pensar, poca concentración, pesadillas, pereza, depresión, desesperación y disfunción sexual. Físicamente pueden causar pesadillas, insensibilidad, calambres y contracturas musculares repentinos, incontrolables, que generan contorsiones y retorcimientos, especialmente de las piernas, la cara, la boca y la lengua, encogiendo la cara en un fruncimiento de ceño horripilante. Un efecto potencialmente fatal es el "síndrome neuroléptico maligno", que incluye rigidez de los músculos, estados mentales alterados, pulso o presión sanguínea irregular y problemas cardíacos.
Robert Whitaker, autor de Mad in America, (Loco en America) un libro comprometido a cubrir la historia de estas y otras drogas psicotrópicas, describe otro problema: "drogas neurolépticas pueden disminuir temporalmente la psicosis pero a la larga hacen a los pacientes biológicamente más dependientes de ellas. Paradójicamente un efecto secundario... era un efecto llamado acatisia" (a, sin; katisia, sentarse; una incapacidad de estarse quieto). Esta condición construye una extrema ansiedad e intranquilidad interna.
"Los pacientes caminan interminablemente, se mueven en sus sillas y juegan con sus dedos -son acciones que reflejan un tormento interior. Estos efectos secundarios están ligados a comportamiento agresivo y violento".
Aunque el público piense que las personas "dementes" están propensas a comportarse violentamente, Withaker encontró que esto no era verdad acerca de los "pacientes mentales" antes de la introducción de las drogas neurolépticas. Antes de 1955, cuatro estudios descubrieron que pacientes dados de alta de instituciones psiquiátricas cometían crímenes al mismo nivel o un poquito más abajo que el resto de la población. Sin embargo, "ocho estudios conducidos desde 1965 a 1979 determinaron que los pacientes dados de alta habían sido arrestados a niveles que excedían aquellos de la población general.
La acatisia también fue muy claramente un factor de contribución.
Cuando los investigadores finalmente estudiaron la acatisia, "los pacientes les dieron sus quejas".
Sufrían dolor tan fuerte que querían literalmente "salir corriendo de su pellejo" y de una "ansiedad de proporción aniquiladora". Una mujer gritaba y se golpeaba la cabeza contra la pared y grito y gritó "¡Lo que quiero es deshacerme de todo mi cuerpo!".
Los estudios que detallan los casos de cómo los pacientes sufren por la inducción de drogas, acatisia, ellos intentaban escapar de esta miseria brincando de edificios, colgándose o apuñalándose a sí mismo.
En un estudio, el 79% de los "pacientes mentales" que intentaban suicidarse sufrían de acatisia.
Varios investigadores encontraron que los efectos secundarios regularmente hacían a los pacientes "más propensos a la violencia", y le agregaban al efecto la "toxificación que afecta el comportamiento".
Un estudio hecho en 1990 reveló que el 50% de todas las peleas que suceden en una institución psiquiátrica para menores podrían estar ligadas a la acatisia.
Otro estudio concluyó que dosis de moderadaalta de un neuroléptico hacen a los pacientes marcadamente más agresivos. Los pacientes describen "impulsos violentos para asaltar a cualquiera que este cerca" y nos enciende un deseo de matar a los que los están atormentando.
Los antidepresivos más antiguos, (tricíclicos) pueden causar letargia, dificultad para pensar, confusión, baja concentración, problemas de memoria, pesadillas, sentimientos de pánico. También desilusión, reacciones maníacas, delirio, compulsiones, daños en el hígado, ataques al corazón y derrames cerebrales.
Incluso el más reciente, Inhibidor Selectivo de la Recaptación de la Serotonina (SSRI) un antidepresivo, puede causar acatisia y ha estado ligado a una serie de balaceras en las escuelas de los Estados Unidos y otros lugares.
En 1998 un reporte británico reveló que por lo menos el 5% de los pacientes bajo SSRI sufrían "comúnmente reconocidos" efectos secundarios que incluían agitación, ansiedad y nerviosismo.
Alrededor del 5% de los efectos secundarios reportados incluyen agresión, alucinaciones y despersonalización.
De acuerdo a los fabricantes de la droga la información que se provee en relación a estas drogas es que pueden causar sueños raros, pérdida de apetito, impotencia y confusión. Investigadores japoneses reportaron que cantidades sustanciales de estos antidepresivos pueden acumularse en los pulmones y pueden liberarse causando niveles tóxicos cuando un segundo antidepresivo es prescrito.
Los efectos de retirada de estos antidepresivos son dramáticos. El doctor John Zajecka reporto en el Diario Clínico Psiquiátrico que la agitación y la irritabilidad que experimentan los pacientes como consecuencia de la retirada de los SSRI puede causar "agresividad e impulsividad al suicidio". En el diario médico británico de Lancet, el Dr. Miki Bloch reportó que los pacientes comenzaban a suicidarse y a cometer homicidios después de dejar de tomar antidepresivos, incluyendo a un hombre que tenía pensamientos de hacerle daño a "sus propios hijos".
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