Uno de los daños más grandes causado por el uso del DSM es la confianza que se le ha tenido para la defensa de la "locura" en las cortes. Mientras esta defensa ha existido desde el siglo XVIII, se le dio reconocimiento "científico", con la introducción del DSM en el año 1952. El propósito completo del testimonio psiquiátrico es el que el criminal no es responsable del crimen que cometió. El problema de la psiquiatría es que raramente sus miembros pueden estar de acuerdo en lo que significa la responsabilidad criminal.
Los problemas creados por esto ha sido una plaga en el sistema judicial durante décadas. Hace 40 años, en un artículo de 1962 en Northwestern Law Review, el psiquiatra Alfred Baur citó un caso en el que su hospital recibió a un paciente para un período de observación de tres meses antes de que fuera a juicio. Baur y dos colegas llegaron a la conclusión de que "no tenía trastornos mentales". Sin embargo, el tribunal contrató a dos psiquiatras privados para dar su diagnóstico experto. Uno anunció que el paciente era un paranoico esquizofrénico; el otro dijo que sólo estaba en un estado de paranoia. Cuando llegó el juicio, los dos psiquiatras del hospital testificaron que el paciente no estaba demente, mientras los otros dos psiquiatras contratados por la corte insistieron en que sí lo estaba.
La ironía final en esta ridícula situación fue, según informó Baur, "entonces el jurado encontró que el hombre era "no culpable por razones de demencia" y "aún demente", así que lo recluyeron en el hospital que acababa de declarar que no tenía trastorno mental alguno".
En 1994, dos jurados de California quedaron desesperanzados, estupefactos en los juicios de Erik y Lyle Menendez, hermanos adultos que habían asesinado brutalmente a sus padres en la casa familiar de 4 millones de dólares (€3. 2). Se contrató a un equipo de psiquiatras, psicólogos y terapeutas para preparar su defensa. Una psicóloga testificó que los hermanos sufrían de "desesperanza aprendida" como resultado del abuso intenso y repetido. Otro psicólogo afirmó que los chicos tenían "trastorno de tensión postraumática".
La paralización se produjo por la opinión psiquiátrica de que la criminalidad se puede disculpar y que ninguno de los psiquiatras podía ponerse de acuerdo sobre el diagnóstico mental de los jóvenes.
De acuerdo con el mismo DSM, "Cuando las categorías, criterios y descripciones textuales del DSM-IV se emplean para propósitos forenses, existen riesgos significativos de que la información se utilice de manera incorrecta y se malentienda".
Y "no es suficiente establecer la existencia de un "trastorno mental", "discapacidad mental" o "defecto mental" para propósitos legales" en relación con la competencia, la responsabilidad o discapacidad criminal.
El finado Jay Ziskin, psicólogo que dirigió un movimiento para eliminar a la psiquiatría del sistema de tribunales expresó en un periódico de 1988: "los estudios muestran que, de hecho, los profesionales clínicos no hacen juicios clínicos más acertados que los de personas no profesionales". Es tan confiable como predecir el futuro en una bola de cristal.
Los autores de Making Us Crazy (Enloqueciéndonos), Kutchins y Kirk encontraron "amplias razones para concluir que las últimas versiones del DSM como herramienta clínica no son confiables y en consecuencia, su validez es cuestionable como sistema de clasificación".
La doctora Hagen es franca respecto a psiquiatras y psicólogos que redefinen la conducta criminal como "enfermedad". "¿Por qué no lanzamos monedas al aire o jugamos a las cartas? ¿Por qué no nos vendamos los ojos y escogemos sin ser capaces de identificar a los pacientes?
Difícilmente podría dañar la tasa de precisión del diagnóstico que ronda en menos de uno correcto de cada tres... No existe una cura psicológica para el deseo de golpear a las mujeres, de violarlas y asesinarlas. Es ridícula la idea misma de que la psicología en la actualidad pudiera siquiera pretender tener tal habilidad...".
En 1884, hace más de cien años, el tribunal de Apelaciones de Nueva York declaró que "doce jurados con sentido común y experiencia común" actuarían mejor solos que con la ayuda de expertos contratados, "cuyas opiniones no pueden dejar de estar atadas a un deseo de fomentar la causa para la que se les llamó".
Sin embargo, desde entonces psiquiatras y psicólogos han estado "deformando" su opinión en los tribunales. En el proceso, "la búsqueda de la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad" ha dejado su lugar a pilas de datos sin sentido, terribles especulaciones complejas y conjeturas fantásticas. Los tribunales resuenan con engaños complejos, sistematizados, llenos de retórica, de apariencia seria que merecen por completo la clasificación despectiva que emplean los abogados mismos: "ciencia basura".
Comments