Aunque la psiquiatría está entrando más profundamente en nuestro mundo cotidiano al propagarse el DSM y las drogas psicotrópicas, la mayoría de la gente sigue considerando que la principal función de la psiquiatría es tratar pacientes con severos trastornos mentales que amenazan su vida.
Aquí, el psiquiatra trata la "enfermedad" que Kraepelin originalmente identificó como dementia preo a finales del siglo XIX, y que el psiquiatra suizo Eugen Bleuler identificó como "esquizofrenia" en 1908.
El psiquiatra E. Fuller Torrey informa que Kraepelin "puso un sello médico definitivo en el comportamiento irracional poniéndole nombre y dándole una categoría. Ahora el comportamiento irracional tenía un lugar en el campo de la medicina, puesto que tenía un nombre... Su sistema de clasificación sigue dominando la psiquiatría hasta el presente, no porque se haya comprobado su valor... sino porque fue lo que hizo que el comportamiento irracional pudiera entrar al ámbito de la medicina".
Sin embargo, Robert Whitaker informa que los pacientes que Kraepelin diagnosticó con dementia praecox padecían una enfermedad médica global, encefalitis letárgica (inflamación del cerebro que causa letargo), que era desconocida por los médicos de la época:
"Estos pacientes caminaban de manera extraña y tenían tics faciales, espasmos musculares y repentinos ataques de adormecimiento. Sus pupilas reaccionan lentamente a la luz. También babeaban, tenían dificultad para tragar, tenían estreñimiento crónico y eran incapaces de completar acciones físicas voluntarias".
La Psiquiatría nunca revisó el material de Kraepelin para ver que la esquizofrenia era simplemente un problema físico que no se había diagnosticado ni tratado.
"La esquizofrenia era un concepto demasiado vital para dar legitimidad médica a la profesión... Los síntomas físicos de la enfermedad se omitieron silenciosamente... Lo que quedó, como las características que mejor podían distinguirse, eran síntomas mentales: alucinaciones y pensamientos extravagantes", dice Whitaker.
La psiquiatría insiste en clasificar la esquizofrenia como una enfermedad mental, aunque después de un siglo de investigaciones no cuenten con pruebas objetivas de que la esquizofrenia existe como una verdadera enfermedad o anormalidad física.
Las drogas neurolépticas o antipsicóticas que se prescriben para esta condición se desarrollaron por primera vez en Francia para "paralizar el sistema nervioso durante las cirugías". Los psiquiatras se dieron cuenta desde el principio que los neurolépticos causaban síntomas de Parkinson y de encefalitis letárgica.
La diskinesia tardía (tardia significa "tarde" y diskinesia, un deterioro permanente del poder del movimiento voluntario de los labios, lengua, mandíbula, dedos de la mano y del pie y otras partes del cuerpo) aparece en el 5% de los pacientes después de un año de tratamiento con neurolépticos.
También se sabe que el síndrome neuroléptico maligno, una reacción tóxica, potencialmente fatal en la que los pacientes tienen períodos de fiebre y se sienten confusos, agitados y extremadamente rígidos, es un riesgo del consumo de neurolépticos. Se calcula que 100. 0 norteamericanos han muerto a causa de esto.
Para contrarrestar la publicidad negativa, los artículos que se imprimen en revistas médicas, por lo regular exageraban los beneficios de las drogas y opacaban sus riesgos. Whitaker dice que en los años 50, lo que los médicos y el público general sabían acerca de las nuevas drogas estaba perfectamente planeado: "Esta manera de moldear la opinión, por supuesto, tuvo un papel crítico en presentar a los neurolépticos como drogas seguras y anti-esquizofrénicas que podían administrarse a los enfermos mentales".
Sin embargo, los resultados de las investigaciones independientes fueron inquietantes. En un estudio que duró ocho años, la Organización Mundial de la Salud descubrió que los pacientes en tres países en desarrollo: "India, Nigeria y Colombia, estaban dramáticamente mejor que los pacientes de los Estados Unidos y otros cuatro países desarrollados".
En efecto, después de cinco años, "el 64% de los pacientes en países pobres eran asintomáticos y funcionaban bien". En contraste, solo con el 18% de los pacientes en países prósperos mejoraban. Un segundo estudio de seguimiento que utilizó los mismos criterios de diagnóstico llegó a la misma conclusión. Era obvio que los neurolépticos tenían algo que ver con los resultados significativamente inferiores del mundo occidental.
En 1985 la APA publicó una carta de advertencia a sus miembros sobre los efectos potencialmente letales de las drogas, y luego sólo después de varios juicios a los que se dio mucha publicidad "llegaron a la conclusión de que los psiquiatras y a sus instituciones eran negligentes por no advertir a los pacientes de este riesgo. En uno de los casos se pagaron 3 millones de dólares por daños".
En los 90, se introdujeron nuevas drogas "atípicas" (no usuales) para la esquizofrenia, prometiendo menos efectos secundarios. Sin embargo, una de estas drogas atípicas ya se habían puesto a prueba en los 60 y se encontró que causaban ataques, alta sedación, salivación marcada, estreñimiento, incontinencia urinaria, aumento de peso, paros respiratorios, ataques cardíacos, y muertes repentinas poco comunes. Cuando estas drogas se introdujeron en Europa en los 70, fueron abandonadas después de descubrir que causaban agranulocitosis, un debilitamiento potencialmente fatal de las células blancas, en más del 2% de pacientes.
En la película ganadora del premio de la Academia, "Una Mente Brillante", se representa a John Nash, ganador del Premio Nobel, como una persona que depende de los últimos avances en drogas psiquiátricas para impedir una recaída a la "esquizofrenia".
Esto es ficción de Hollywood, pues el propio Nash niega que haya estado tomando "medicamentos nuevos" cuando se le otorgó el Premio Nobel. Nash no ha tomado drogas psiquiátricas desde hace 24 años y se ha recuperado naturalmente de su estado de trastorno.
John Nash recuperó la razón en un hecho que muchos catalogaron como un milagro. Después de ocho hospitalizaciones en diversos centros de atención mental y luego de haber sido sometido a una alta dosis de medicación y a tratamientos agresivos que incluyeron electrochoques. Según su propio testimonio, en un punto de su vida decidió dejar de prestarle atención a las voces que escuchaba.
Este genio de las matemáticas dejó un día de tomar los medicamentos que le habían recetado. En una entrevista realizada con Xavi Ayén, declara que hay un punto en que las medicinas hacen más daño que bien, pero que para dejarlas es necesario tener mucho cuidado, ya que es algo peligroso.
Sin embargo, él abandonó el tratamiento y pocos años después sanó.
Aunque los libros históricos psiquiátricos lo omiten, es vital saber que existen numerosos programas médicos compasivos y funcionales para individuos severamente trastornados no dependen de drogas fuertes.
Tratamientos Funcionales
El fallecido Dr. Loren Mosher fue jefe del Centro de Estudios de Esquizofrenia del Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos, y más tarde profesor clínico de psiquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de California en San Diego y director de la Asociación de Soteria en San Diego, California. En 1971, inauguró la Casa Soteria, donde jóvenes diagnosticados como "esquizofrénicos" vivían sin medicamentos y con personal no profesional entrenado para escucharlos, comprenderlos y darles apoyo, seguridad y validación de su experiencia.
"La idea era que la "esquizofrenia" frecuentemente puede superarse con la ayuda de relaciones significativas, en vez de drogas, y que ese tratamiento al final podría tener como resultado vidas que sin lugar a dudas serían más saludables", dijo.
El Dr. Mosher añadió: "El experimento funcionó mejor de lo esperado. Seis semanas después de ingresar, ambos grupos habían mejorado significativa y comparablemente", ¡a pesar de que los clientes de Soteria por lo general no recibían drogas antipsicóticas! Dos años después de ingresar, los pacientes tratados en Soteria estaban trabajando en niveles ocupacionales significativamente más altos, a menudo vivían independientemente o con colegas, y eran menos los que tenían que regresar al tratamiento. LO INTERESANTE ES QUE SE CREÍA QUE LOS CLIENTES TRATADOS EN SOTERIA QUE RECIBIERON MEDICACIÓN NO NEUROLÉPTICA A LO LARGO DE LOS DOS AÑOS DE TRATAMIENTO, TENDRÍAN LOS PEORES RESULTADOS, PERO EN REALIDAD TUVIERON LOS MEJORES, SI SE LES COMPARA CON PACIENTES TRATADOS CON DROGAS EN HOSPITALES.
En el Instituto de Osservanza (Observancia) en Imola, Italia, el Dr. Giorgio Antonucci trató docenas de mujeres que supuestamente presentaban una esquizofrenia violenta, la mayoría de ellas habían estado amarradas a sus camas (algunas hasta 20 años).
Se habían usado con ellas camisas de fuerza, así como mascaras de plástico para impedir que las pacientes mordieran.
El Dr. Antonucci empezó a liberar a las mujeres de su confinamiento, pasaba muchas, muchas horas cada día hablando con ellas y "penetrando en sus delirios y angustias".
En cada caso, el Dr. Antonucci escuchó historias de años de desesperación y sufrimiento institucional. Bajo el liderazgo del Dr. Antonucci, todos los "tratamientos" psiquiátricos fueron abandonados y algunos de los pabellones psiquiátricos más opresivos fueron desmantelados. Se aseguró que los pacientes fueran tratados con compasión, con respeto y sin el uso de drogas. De hecho, bajo su guía, el pabellón se transformó del servicio más violento al más tranquilo. Después de algunos meses, sus pacientes "peligrosos" estaban libres, caminando tranquilamente en el jardín del asilo. A la larga, estaban estables y se les daba de alta del hospital, después de haber enseñado a muchos de ellos a leer y escribir, a trabajar y cuidar de sí mismos, por primera vez en su vida.
Los resultados superiores del Dr. Antonucci también representaban un menor costo. Estos programas constituyen un testimonio permanente de la existencia de respuestas genuinas y de esperanza para quienes están seriamente perturbados.
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