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La Ideología Transgénero Y El Abuso Infantil En Pediatría




Las políticas transgénero han tomado a los Estados Unidos por sorpresa y a algunos legisladores desprevenidos.


Nada más algunos pocos años atrás era difícil imaginar un enfrentamiento de alto perfil sobre el acceso de los hombres y mujeres transgénero a baños destinados a un género en particular en Carolina del Norte.


Pero la ideología transgénero no solo está infectando nuestras leyes. También se está haciendo camino en las vidas de las personas más inocentes entre nosotros: los niños. Y aparentemente cuenta con un creciente apoyo de la comunidad médica profesional.


Como se explica en mi artículo revisado por pares en el año 2016, “Gender Dysphoria in Children and Suppression of Debate,” (Disforia de género en niños y la supresión del debate), los profesionales que se atreven a cuestionar el argumento, poco científico por cierto, que apoya la terapia de transición de género se ven desacreditados y llegan incluso a perder su empleo.


Hablo como una persona íntimamente familiarizada con las comunidades pediátricas y de la salud conductual así como con su práctica clínica. Tengo cuatro hijos y trabajé por 17 años como pediatra general certificada por el colegio estadounidense con un enfoque en salud conductual, antes de dejar la consulta en el año 2012.


He sido miembro de la junta e investigadora del American College of Pediatricians (Colegio Americano de Pediatras) por los últimos 12 años y he sido su presidente por los últimos 3.


También fui parte de la junta de directores de la Alliance for Therapeutic Choice and Scientific Integrity (Alianza a favor de la Opción Terapéutica y la Integridad Científica) desde al año 2010 hasta el 2015. Esta organización de médicos y profesionales de la salud mental defiende el derecho de los pacientes a recibir sicoterapia para conflictos de identidad sexual, lo cual está de acuerdo con sus profundos valores basados en la ciencia y la ética médica.


He visto quebrantarse el consenso sobre la naturaleza de la identidad de género. Lo que trataban los doctores antes como una enfermedad mental, ahora es considerado y hasta promovido como normal por la comunidad médica.

Veamos algunos de los cambios que han ocurrido.



El nuevo normal


Las “clínicas de género” pediátricas son consideradas centros élite para la afirmación de niños que se encuentran afligidos por su sexo biológico. Esta aflicción, alguna vez conocida como desorden de identidad de género, recibe el nombre de “disforia de género” desde el año 2013.


En el año 2014, había 24 de estas clínicas de género, agrupadas principalmente en la costa este y en California. Un año más tarde, ya existían 40 en toda la nación.


Hoy en día existen alrededor de 215 programas de residencia pediátrica que entrenan a futuros pediatras con el protocolo de “transición-afirmación”y el tratamiento de niños con disforia de género conforme a este, por lo que las clínicas de género están destinadas a proliferar aún más.


Durante el verano pasado, el gobierno federal declaró que no requeriría que Medicare y Medicaid cubran los procedimientos de transición-afirmación en niños ya que los expertos médicos del Departamento de Salud y Servicios Humanos concluyeron que los riesgos eran, con frecuencia, demasiado altos y los beneficios no eran lo bastante claros.


Inmutable por estos hallazgos, la World Professional Association for Transgender Health (Asociación profesional mundial a favor de la salud transgénero) ha continuado presionando, argumentando—sin evidencia alguna—que estos procedimientos son “seguros”.


Dos de las principales asociaciones pediátricas—American Academy of Pediatrics (Academia Americana de Pediatría) y Pediatric Endocrine Society (Sociedad de Endocrinología Pediátrica) —han seguido firmes, recomendando el enfoque de transición-afirmación aun cuando la segunda organización mencionada reconoce dentro de sus propias directrices que el protocolo de transición-afirmación se basa en evidencia deficiente.


Incluso admiten la única evidencia fehaciente con respecto a este enfoque es su riesgo sanitario potencial a la salud de los niños.


El punto de vista de la transición-afirmación sostiene que los niños que “insisten de forma consistente y persistente” que no se sienten identificados a nivel de género con su sexo biológico son transgénero innatos. (Se ignora convenientemente el hecho de que, en la vida diaria y en la siquiatría, las personas que “insisten de manera consistente y persistente” en cualquier cosa contraria a la realidad física se consideran confundidas o delirantes).


El protocolo de transición/afirmación indica a los padres que deben tratar a sus hijos de acuerdo al género que ellos deseen y que deben someterlos a una terapia con bloqueadores de pubertad a la edad de 11 o 12 años si estos sufren de disforia de género.


Si al llegar a la edad de 16 años los niños continúan insistiendo con que se sienten atrapados en el cuerpo equivocado, se les coloca en una terapia de sustitución hormonal, y las niñas biológicas pueden someterse a una mastectomía doble.

Las cirugías de reasignación de sexo, también conocida como “bottom surgeries” en inglés, no se recomiendan antes de los 18 años, aunque algunos cirujanos han apelado en contra de esta restricción.


Las instituciones públicas de comunicaciones, educación y hasta nuestro sistema legal han aceptado el enfoque de transición-afirmación y ahora la mayoría de organizaciones médicas lo recomiendan.


Hay excepciones con respecto a este movimiento, además del Colegio Americano de Pediatría y la Alianza a favor de la Opción Terapéutica. Entre ellas se incluyen La Asociación Americana de Médicos y Cirujanos (Association of American Physicians and Surgeons), las asociación médicas y dentales cristianas (Christian Medical & Dental Associations), la Asociación Médica Católica (Catholic Medical Association), y los Profesionales del Género de la Juventud (Youth Gender Professionals), quienes defienden a la comunidad LGBT.


El movimiento transgénero ha utilizado una narrativa inexacta para tomar vuelo dentro de la comunidad médica y de nuestra cultura. La investigación y los hechos científicos cuentan una historia diferente.


He aquí algunos de esos hechos fundamentales.



1. Estudios de gemelos prueban que nadie nace “atrapado en un cuerpo del sexo incorrecto”.


Algunos estudios cerebrales han sugerido que existe personas que nacen con un cerebro transgénero. Sin embargo, estos estudios tienen fallas fundamentales y no prueban realmente tal afirmación.


Nuestro AND influencia virtualmente todo acerca del ser humano; pero, son muy pocos rasgos los que están predeterminados desde el nacimiento. Todo comportamiento humano es una composición de grados variables de naturaleza y crianza.


Los investigadores realizan estudios de gemelos de forma rutinaria para discernir cuáles factores (biológicos o no biológicos) contribuyen a la expresión de un rasgo particular. Los estudios de gemelos mejor diseñados son aquellos que cuentan con la mayor cantidad de sujetos de estudio.


Los gemelos idénticos poseen el 100% del mismo ADN desde su concepción y están expuestos a las mismas hormonas prenatales. Así que, si los genes y/o las hormonas prenatales contribuyeran de forma significativa al transgenerismo, se debería esperar que ambos gemelos se identificaran como transgénero en cerca del 100% de los casos.


El color de la piel, por ejemplo, está determinado únicamente por los genes. Por lo tanto, los gemelos idénticos tienen el mismo color de piel en el 100% de los casos.


Sin embargo, en el mayor estudio conducido en gemelos transgénero adultos, publicado por el Dr. Milton Diamond en el año 2013, solo en el 28% de los gemelos idénticos, ambos gemelos se identificaban como transgénero. En el 72% de los casos, diferían (el estudio de Diamond reportó que el 20% se identificaba como transgénero, pero, sus datos reales demostraban que la cifra era del 28% como describo aquí, en la nota al pie de página 19).


Ese 28% de gemelos idénticos en que ambos gemelos se identifican como transgénero sugiere una mínima predisposición biológica, lo cual significa que el transgenerismo no se manifiesta sin el efecto de los factores no biológicos que también tienen un impacto en la vida del individuo.


El hecho de que el 72% de gemelos difirieran tiene mucha importancia pues significa que por lo menos el 72% de aquello que contribuye al transgenerismo en un gemelo consiste de experiencias que no han compartido después de su nacimiento, es decir, factores cuya raíz no es biológica.


Estudios como este prueban que la creencia en la “identidad de género innata” (la idea de que existen cerebros “feminizados” o “masculinizados” atrapados en el cuerpo incorrecto desde antes del nacimiento) es un mito que no tiene base científica.


2. La identidad de género es maleable, sobre todos en niños pequeños.


Incluso el American Psychological Association’s Handbook of Sexuality and Psychology (Manual de Sexualidad y Sicología de la Asociación Sicológica Americana) admite que antes de que se promueva de forma tan amplia la transición-afirmación, 75 a 95 % de niños pre-púberes que se sentían afligidos por su sexo biológico, eventualmente dejaban de sentirse de ese modo. La gran mayoría llegaba a aceptar su sexo biológico durante la adolescencia tardía, tras pasar por la pubertad de manera natural.


No obstante, el número de niños que afirma sufrir de aflicción debido a su sexo biológico y su persistencia en el tiempo ha aumentado dramáticamente ahora que la transición-afirmación se ha incrementado en la sociedad occidental. Por ejemplo, solamente el Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género (Gender Identity Development Service) del Reino Unido ha reportado un aumento en referencias del 2,000% desde el año 2009.


3. No se ha probado que el uso de bloqueadores de pubertad para el tratamiento de disforia de género sea seguro.


Se ha realizado estudios sobre bloqueadores de pubertad y se ha concluido que son seguros para el tratamiento de un desorden médico en niños, conocido como pubertad precoz (causado por la secreción anormal y temprana de hormonas puberales en los niños). Sin embargo, como destaca la revolucionaria publicación en The New Atlantis, no podemos inferir de estos estudios si es que estos bloqueadores son o no seguros en niños sicológicamente normales con disforia de género.


El autor afirma que existe evidencia de una reducción de mineralización ósea, lo cual conduce a un incremento del riesgo de fracturas óseas durante la adultez temprana, un potencial aumento del riesgo de obesidad y cáncer testicular en niños y un impacto desconocido sobre el desarrollo sicológico y cognitivo.


Con respecto al último punto, aunque no contamos con estudios extensos a largo plazo en niños que han sido sometidos a tratamientos con bloqueadores para la disforia de género, las investigaciones conducidas en adultos durante la década pasada son motivo de preocupación.


En los años 2006 y 2007, por ejemplo, la revista científica Psychoneuroendocrinology reportó el hallazgo de anormalidades cerebrales en el área de la memoria y el funcionamiento ejecutivo en mujeres adultas que recibieron bloqueadores por razones ginecológicas. Muchos estudios en hombres tratados con bloqueadores para el cáncer de próstata sugieren, de forma similar, la posibilidad una importante disminución cognitiva.


4. No existen, en la literatura científica, casos de niños con disforia de género que hayan descontinuado su tratamiento con bloqueadores.


La mayoría, si no son todos, los niños que inician un tratamiento con bloqueadores de pubertad proceden posteriormente a tomar terapia de sustitución hormonal (estrógeno para niños biológicos, testosterona para niñas biológicas). El único estudio a la fecha que le ha seguido el paso a niños pre-púberes que fueron socialmente afirmados y sometidos a terapia con bloqueadores a una edad temprana halló que el 100% de ellos afirmó una identidad transgénero y escogió la terapia de sustitución hormonal. Esto sugiere que el protocolo en sí mismo podría conllevar a que los niños se identifiquen como transgénero.


Hay un efecto obviamente satisfactorio que surge de ayudar a que un niño personifique, tanto biológica como socialmente, al sexo contrario. Pero esto está muy lejos de ser algo benigno: tomar bloqueadores de pubertad a la edad de 12 años o incluso antes, seguido de una terapia de sustitución hormonal, esteriliza al niño.


5. La sustitución hormonal está asociada a altos riesgos de salud.


Actualmente conocemos los riesgos de la terapia de sustitución hormonal en adultos. Los estudios al respecto muestran que estos incluyen, pero no se limitan a, enfermedad cardiaca, presión sanguínea elevada, formación de coágulos sanguíneos, derrames cerebrales, diabetes, y algunas formas de cáncer.


6. La neurociencia muestra que los adolescentes no tienen la capacidad con la que cuentan los adultos para evaluar riesgos.


De acuerdo a información científica, las personas menores de 21 años tienen una menor capacidad de evaluar los riesgos. Existe un serio problema ético con permitir que se realicen procedimientos irreversibles que cambiaran la vida de menores de edad, quienes son demasiado jóvenes para dar un consentimiento válido.


7. No hay evidencia de que la afirmación prevenga el suicidio infantil.


Los defensores del protocolo de transición-afirmación aseveran que el suicidio es la consecuencia directa e inevitable de privar a los niños con disforia de género de la aceptación social y alteraciones biológicas. En otras palabras, aquellos que no promueven la transición-afirmación están condenando a los niños con disforia de género a un suicidio seguro.

Sin embargo, como se mencionó previamente, antes de que se popularizara la promoción de la transición-afirmación, 75 a 95% de los jóvenes con disforia de género terminaban por sentirse felices con su sexo biológico al pasar la pubertad.


Adicionalmente, contrario a lo que afirman los activistas, no existe evidencia de que el acoso y la discriminación, menos aún la falta de afirmación, sean la causa primaria de suicidio entre una población minoritaria. De hecho, al menos un estudio del año 2008 halló que la discriminación percibida por los individuos que se identificaban como LGBT no era causante de tal decisión.


Más de 90 % de las personas que cometen suicidio tienen un diagnóstico de desorden mental, y no hay evidencia que los niños con disforia de género que cometen suicidio sean diferentes. Muchos niños con disforia de género solo necesitan terapia para llegar a la raíz de su depresión, que incluso podría ser el mismo problema que desata la disforia de género.


8. El protocolo de transición-afirmación no ha resuelto el problema de los suicidios en las personas transgénero.


Se ha reportado que incluso en Suecia, país que se encuentra entre de mayor aceptación hacia la comunidad LGTB, la tasa de suicidio entre los adultos que se han sometido al cambio de sexo es casi 20 veces mayor que la de la población general. Claramente, la reasignación de sexo no es la solución para la disforia de género.



Conclusión: El protocolo de transición-afirmación es una forma de abuso infantil


El meollo del asunto es que mientras que el movimiento de transición-afirmación pretende ayudar a los niños, en realidad inflige una gran injusticia hacia ellos y hacia sus semejantes no disfóricos.


Estos profesionales están utilizando el mito de que las personas pueden nacer siendo transgéneros para justificar la experimentación masiva, sin control ni consentimiento sobre niños que tienen una condición sicológica que podría resolverse al pasar la pubertad en la mayoría de casos.


En la actualidad, las instituciones que promueven la transición-afirmación están empujando a los niños a personificar al sexo opuesto, llevándolos por el camino de los bloqueadores de pubertad, esterilización, la remoción de partes sanas del cuerpo y un daño sicológico incalculable.


Estos daños constituyen un abuso infantil institucionalizado. La ética racional busca el fin inmediato del uso de supresores de la pubertad, sustitución hormonal y cirugías de reasignación de sexo en niños y adolescentes, así como el fin de la promoción de la ideología de género en el currículo escolar y las políticas legislativas.


Es hora de que los líderes de nuestra nación y la mayoría silenciosa de profesionales de la salud se den cuenta de lo que está ocurriendo exactamente con nuestros niños y se unan para tomar acciones al respecto.




Autor: Michelle Cretella / 03 de julio de 2017 FUENTE




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