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Principales Causas De La Disbiosis Intestinal



Antibióticos


Los antibióticos, cuando son necesarios, sirven. Pero hay que hacer un especial énfasis en que hay que tomarlos cuando verdaderamente haga falta. Entre los principales problemas que ocasiona el mal uso de los antibióticos no sólo se encuentra la alteración de la microbiota intestinal, sino también la resistencia que nuestras bacterias generan hacia ellos. La resistencia a los antibióticos significa que las bacterias patógenas mutan en respuesta al uso de estos fármacos y esto ocasiona que las infecciones resulten mucho más letales, ya que su tratamiento se dificulta en gran medida porque los antibióticos dejan de ser efectivos.


El aumento de resistencia a los antibióticos también se está debiendo a su uso en la ganadería. Actualmente, la carne que generalmente se toma viene de animales a los que se le han administrado antibióticos, que incluso se emplean como "medida preventiva" para que los animales no sufran infecciones. Este uso de antibióticos, muchas veces indebido, está siendo una de las causas subyacentes del significativo aumento de resistencia a los antibióticos. Por ese motivo, resulta esencial ser muy cauteloso acerca del consumo de antibióticos: en el caso de que resulten necesarios, deben siempre tomarse bajo el seguimiento e indicaciones del médico.


Sin embargo, debemos ser conscientes de que buena parte de las infecciones se pueden prevenir, y no solo mediante una correcta higiene, sino también con una alimentación saludable y unos buenos hábitos, que mantengan sana y fuerte a nuestra microbiota intestinal. Esto repercutirá positivamente sobre nuestra respuesta inmunológica y por tanto, tendremos menor riesgo de enfermar.



Alimentación alta en proteína de origen animal


Se ha demostrado que la elevada ingesta de proteína animal, especialmente la que proviene de carne roja y carne procesada, puede deteriorar el estado de nuestra microbiota y aumentar el riesgo de cáncer colorrectal. Seguir una dieta rica en carne roja y en carne procesada ha demostrado ejercer una acción inflamatoria y carcinogénica, que promueve la disfunción de nuestra barrera intestinal, el daño en el ADN y además, tiene un efecto genotóxico.


Desgraciadamente, el consumo actual de carne procesada es en muchos casos exagerado, ya que es común ver cómo se toma embutido prácticamente a diario, en forma de bocadillos o en las cenas. En cuanto a la carne, su consumo, en términos generales, también es bastante elevado. Esto, tal y como nos muestran los estudios científicos realizados al respecto, no sólo deteriora la salud de nuestra microbiota y promueve su alteración, sino que también puede aumentar el riesgo de cáncer, se ha visto asociado a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular y también de diabetes tipo 2.



Baja ingesta de verduras y frutas


Las frutas y verduras deben constituir el elemento más abundante de nuestra alimentación. En cada comida del día, las frutas y las verduras deben ser las protagonistas. Son la mejor fuente de compuestos bioactivos con acción antioxidante, como los flavonoides, entre los que se encuentran las catequinas, la quercetina, las antocianinas y la rutina, entre otros; además, también son una excelente fuente de carotenoides (betacaroteno, luteína, licopeno. ) y otros polifenoles como el ácido elágico. Estos compuestos dotan a las frutas y verduras de una importante acción antiinflamatoria y antioxidante, lo cual estimula la producción de los tan importantes ácidos grasos de cadena corta por parte de nuestras bacterias intestinales.


Además, las verduras y las frutas abundan en fibras fermentables, con acción prebiótica, como la pectina (se encuentra en la mayoría de frutas, siendo la manzana la que de las que más contiene), el almidón resistente (abunda en el plátano verde, en los boniatos y las patatas), los betaglucanos (las verduras que presentan un mayor contenido son las setas) y los fructanos (alcachofas, cebollas, puerros, espárragos). Estas fibras sirven de alimento para nuestras bacterias beneficiosas intestinales, estimulando su producción de ácidos grasos de cadena corta como el butirato.


El bajo consumo de frutas y verduras no resultará positivo para nuestra microbiota intestinal, ya que no obtendremos los beneficios mencionados. Además, si uno consume pocas verduras y hortalizas, significará que hay otros alimentos que están ocupando la base de la dieta, como los productos ultraprocesados (galletas, postres lácteos, cereales refinados, bollos, pizzas, salsas, etc.), la carne roja y la procesada, los cuales deterioran la salud de la microbiota y pueden a la larga provocar su alteración.



Baja ingesta de fibra


Las mejores fuentes de fibra son los alimentos de origen vegetal sin procesar (o mínimamente procesados): las verduras y hortalizas (brócoli, calabaza, tomates, alcachofas, espinacas, etc.), las frutas enteras (no en zumo), las legumbres (lentejas, garbanzos, alubias, guisantes), los granos integrales (copos de avena integral, el trigo sarraceno, quinoa y el arroz integral son los más recomendables), los frutos secos naturales (sin sal, ni fritos ni tostados) y también las semillas oleaginosas como las de lino y las de calabaza.


La fibra juega un papel fundamental en nuestra microbiota, en concreto la fibra fermentable, ya que ejerce una acción prebiótica. El alto consumo de fibra de forma prolongada en el tiempo está asociado con un menor riesgo de cáncer colorrectal y también de cáncer de mama. La fibra presente en los alimentos mencionados anteriormente es fermentada por nuestras bacterias beneficiosas intestinales y entre los productos resultantes de dicha fermentación, se encuentran los ácidos grasos de cadena corta. En particular, el butirato ha demostrado que ayuda a mantener la buena salud de los colonocitos, intensifica el proceso de apoptosis y actúa inhibiendo la proliferación de las células cancerígenas. Por si esto fuera poco, la fibra ayuda a eliminar los posibles carcinógenos presentes en nuestro intestino, ya que aumenta el tamaño de las heces y mejora la motilidad intestinal.


Una ingesta insuficiente de fibra se traducirá en un empeoramiento del estado de nuestra microbiota, ya que no estaremos obteniendo la protección que nos proporciona la fibra procedente de alimentos enteros de origen vegetal frente al cáncer, la diabetes, la enfermedad cardiovascular y la obesidad.



Obesidad y sobrepeso


Se ha demostrado que las personas con un exceso de peso presentan una microbiota alterada, por lo que mantener un peso saludable resulta también clave para evitar la disbiosis intestinal. La disbiosis intestinal también puede provocar un desequilibrio de la homeostasis energética, lo cual puede conducir a la ganancia de peso y la obesidad. Podríamos entonces decir que el estado de nuestra microbiota influye en gran medida sobre nuestra salud metabólica. Y mantenerla en buen estado, sin romper su equilibrio, nos ayuda a mantener un peso saludable.






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